La fuente es la Revista Centro de Estudios Masonicos del Perú – Diciembre 1946:
Un cartero, en su ruta, recogió una carta dirigida a Dios. Viendo que no estaba cerrada y como no tenía ninguna estampilla, la abrió y la leyó.
Era de un hombre que estaba pasando un momento difícil y pedía ayuda a Dios. La carta pedía 5000 dólares para que su familia pudiera pasar la semana. El cartero, que era Masón, llevó la carta a su Logia esa tarde, la leyó y pidió donativos para ese infortunado remitente.
Los Masones, queriendo ayudar, hicieron una colecta y reunieron 2.500 dólares entre todos. El Secretario puso el dinero en un sobre de la Logia y se lo dio al cartero para que lo despachara al día siguiente, lo que en efecto se hizo.
Pasaron un par de días, y el cartero volvió a encontrar un sobre sin cerrar en el buzón, dirigido a Dios. Una vez más, abrió el sobre y leyó la carta que agradecía a Dios por el dinero, pero le pedía que en otra ocasión le haga sus envíos por otra empresa de correos, porque los Masones se habían quedado con la mitad de lo solicitado.


