Citaré un ejemplo, Krishnamurti, que fue educado para dirigir la orden de la Estrella, renunció a ella y dijo en su Discurso de disolución de la Orden:
(Pueden leer el discurso completo aquí: http://www.edaddorada.net/articul/disolucionorden.htm )Yo sostengo que la verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero a él absoluta e incondicionalmente. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; ni puede formarse organización para conducir o forzar a la gente por algún sendero particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán lo imposible que es organizar una creencia, esto es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás...
Muchos seres humanos emprenden el camino de conocer sus propios límites, intentar trascenderlos explorando lo que hay más allá, si lo hubiere. Es el camino seguido por grandes maestros de todos los tiempos, y sobre todo, por millones de buscadores anónimos que permanecen en el olvido.
En el esfuerzo colectivo de comprender lo que somos, han surgido sectas, religiones, escuelas, asociaciones de humanos que se han unido y apoyado unos en otros dando lugar a las más variadas colectividades. Entre ellas destacan las religiones, fuertemente jerarquizadas, muchas de las cuales se consideran únicas depositarias de la Verdad.
Las religiones dicen expresar la realidad en su dimensión trascendental, y parecería que no hay posibilidad de búsqueda más allá de las definiciones dadas por ellas.
Sin embargo, el impulso a explorar las propias fronteras nace en cada ser humano, pues la curiosidad y el deseo de comprender lo desconocido está en nuestra naturaleza, independientemente del hecho religioso.
No obstante, cuando se habla de trascendencia, muchos lo identifican con religiosidad. De aquí las cuestiones:
¿Las religiones tienen el monopolio de lo trascendente?
Una persona que posea un sentido trascendente de la vida ¿es necesariamente una persona religiosa?
El camino de la exploración de lo que somos, ¿Ha de realizarse necesariamente en el marco de una religión, o es posible, incluso deseable emprenderlo desde la plena libertad del individuo, como dice Krishnamurti?

Dejo el debate abierto para que opinen libremente, pero siempre desde el respeto a las opiniones de los otros.
Un saludo


