AGUSTÍN ENRIQUE ÁLVAREZ, UN MORALISTA LAICO

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Agustín Álvarez
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AGUSTÍN ENRIQUE ÁLVAREZ, UN MORALISTA LAICO

Mensaje por Agustín Álvarez »

Sexagésimo primer aniversario del levantamiento de Columnas de nuestra Logia el 28 de octubre de 1941

QQ HHLa Humanidad, los pueblos, las Instituciones, y las personas tienen indefectiblemente una Historia que es causa del hoy y del porvenir. Así nosotros estamos obligados a transmitir nuestras memorias presentes para el futuro. Cuando se fundaba nuestra Logia habían pasado 27 años de la muerte de ese Prócer que pasaría a ser nuestro Patrono. La elección del nombre en ese momento, no es casual: entonces el presidente Ortiz estaba ya de licencia reemplazado por su vice, Ramón S. Castillo, quién se debatía entre la 2ª Guerra Mundial y los acontecimientos nacionales que lo depondrían en 1943. Todos los miembros de este Taller debemos conocer y hacer conocer este querido hermano comprovinciano: AgustÍn Enrique Álvarez.
AGUSTÍN ÁLVAREZ: UN MORALISTA LAICO

I Introducción
Una virtud, entre todas, debe admirarse en los grandes hombres y ser predicada a los jóvenes: el valor moral. Con ella son posibles la dignidad y el heroísmo; sin ella los más grandes ingenios suelen rodar al abellacamiento. Conocer algunas verdades y callarlas, por no exponerse a la natural enemiga de los que piensan las contrarias, es la mayor inmoralidad en que puede incurrir un estudioso. Compartir las doctrinas filosóficas, puestas de moda por la política, no creyéndolas, es abyecta entre todas las venalidades, pues ninguna como ella implica un renunciamiento de la dignidad personal.
El creyente sincero, sea cual fuere su doctrina o su dogma, es respetable, si tiene el valor moral de sustentar sus creencias desembozadamente, aceptando hasta sus últimas consecuencias. Sólo es temible y nocivo el sectario que trabaja subterráneamente, el hipócrita que sigue caminos oblicuos, no dando la cara, tejiendo y destejiendo redes invisibles, minando el hogar, la sociedad, la vida pública, sin exponerse nunca a perder las prebendas ni a recibir los golpes desmarridores.
El hombre leal y firme, por la moralidad implícita en su conducta, es el más alto educador de las generaciones nuevas; compromete su rango, pierde sus comodidades, renuncia a los honores y a las sinecuras que sólo podrían venirle adhiriendo a la mentira organizada. El hombre acomodaticio, aunque sea grande su ingenio, hace carrera a precio de su obsecuencia a todas las preocupaciones que están de moda en su ambiente social; habla lo que le conviene y no lo que piensa, se entusiasma por las cosas y las ideas en razón de la utilidad que ellas le reportan, prefiriendo ser esclavo de las ajenas creencias, si ellas tienen el éxito inmediato, a ser su director, si en ello solo puede haber gloria futura.
Fue Agustín Álvarez un raro ejemplar de hombre sincero en quien se igualaban la firmeza y la virtud. No fue un pesimista, ni un fatalista, ni un escéptico. Por el contrario, fue un creyente en las fuerzas emancipadoras de la razón humana. Confiaba en la redención del hombre por la ciencia, el trabajo y la libertad. Sociólogo, moralista y educador, pensó siempre en voz alta, seguro de sí mismo, generoso de su saber, fiel a sus doctrinas, sencillo siempre, agudo, penetrante, bueno. Bueno en primer término; optimista como todos los buenos y como todos los optimistas sereno y estoico. Odió ciertas ideas, pero no odió a nadie, ni aún a quienes las sustentaban. Ernesto Nelson no vacila en proclamar a Álvarez como “el más grande de nuestros pensadores, el que comprende a todos, el que abrazó en una inmensa síntesis todos nuestros errores, el que puso la vista más alto, el que no quiso para su pueblo barnices engañosos...” Y Leopoldo Lugones dice que es “el único moralista que hayamos tenido”.
En las ciencias sociales desenvolvió originalmente análogas premisas filosóficas de las que fueron punto de partida a la obra de Ameghino y Ramos Mejía, sus contemporáneos conspicuos. Menos técnico que el primero y más humanista que el segundo, transfundió en toda su obra un sentimiento idealista. Álvarez fue, ante todo, un self-made-man y en ello puso siempre su único y legítimo orgullo.
Nació en Mendoza, el 15 de julio de 1857, quedó huérfano desde la primera edad, (sus padres fallecen al derrumbarse la casa en que vivían en el terremoto de Mendoza de 1861, quedando vivos él y su hermano gemelo Jacinto) y forjó su vida con admirable esfuerzo de trabajo y de estudio. De poco le valdrían esas cualidades, para ser quién fue, y pensar como pensó, sin otras menos frecuentes y más recomendables: el culto sistemático a la verdad, un sincero sentimiento de la democracia, el horror de las supersticiones, el desdén por los adelantamientos mundanos que tuvieran por condición renunciar a la más simple minucia de su personalidad moral.
Desde niño tuvo la inquietud rebelde que fue mas tarde condición necesaria para la elaboración de sus doctrinas. Cursó estudios secundarios en el Colegio Nacional de Mendoza, (que más tarde llevaría su nombre) donde encabezó una revuelta estudiantil para obtener reformas de la enseñanza y cambio en las autoridades docentes. Fue militar, -hizo la Campaña al Desierto- hasta que en 1876 emprendió estudios universitarios, graduándose en Derecho aunque habría querido ser médico. Después de ser Juez y Diputado al Congreso, consagró los últimos quince años de su vida al apostolado educacional, ocupando cátedras en las Universidades de Buenos Aires y La Plata, de esta última fue vicepresidente, fundador y canciller, hasta la fecha de su muerte.
Su obra escrita, profunda y copiosa, figura con honor en nuestra corta bibliografía filosófica. Iniciado en la prensa, en 1882, buscó más tarde en la revista y en el libro un campo más conforme a sus estudios. Escribió, entre otros: "South América" (1894); "Manual de Patología Política" (1899); "Educación Moral" (1901); "A Dónde Vamos " (1904); "La transformación de la Razas en América", (1908); "Historia de las Instituciones Libres" (1909); "La Creación del Mundo Moral" (1912); y varios o folletos y escritos fueron reunidos en 1919 constituyendo "la Herencia Moral de los Pueblos Hispano-Americanos”. Fue publicado en el país y en el extranjero, siendo al día de la fecha autor recomendado en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Desde el punto de vista Masónico, fue iniciado (siendo ya quizás lo que llamamos masón sin mandil desde antes), el 15 de setiembre de 1904, en la L "Obediencia a la ley " # 13, (en el busto en su honor que se erige en la punta noreste del lago del Parque Gral. San Martín, al comienzo del Rosedal, existe una placa de la "Masonería de Mendoza", fechada por ello 15 de setiembre). Menos de 1 año después! el 24 de junio de 1905 fue electo Gran Maestre de la G L de la Argentina de LL y AA MM. El 26 de octubre de ese mismo 1905 le concedieron el grado 33.!
Desde su cargo de Gran Maestre; como Lugarteniente del Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo Grado 33 (1912); y hasta el mismísimo día de su muerte bregó constantemente por la unificación de la Masonería Argentina, por entonces dividida en el Gran Oriente del Rito Azul; el Gran Oriente del Rito Confederado y el Grupo de Logias Inglesas, Italianas, Alemanas, Francesas, Españolas, etc.; y por la reincorporación de HH dispersos iniciados en logias irregulares. Murió el 15 de febrero de 1914. En 1917 fructificó la semilla de la unificación sembrada por él, al verificarse la Unión de toda la Masonería tal como lo había soñado unos años antes.

II La moral política
Más espontáneo que sistemático, emprendió en sus primeros libros un despiadado análisis de la moral política y social, teniendo especialmente en mira a los pueblos sudamericanos. Vio reproducidos en su vida pública todos los vicios inherentes a las costumbres del país conquistador, con frecuencia aumentados por la copiosa mestización indígena y africana; junto con las sangres se mezclaron las supersticiones, creando un ambiente moral lleno de fanatismos presentes y de terrores futuros. Sobre ese “infierno en la tierra” vivieron masas sin el sentimiento de la libertad, incapaces de concebirla y de practicarla. Y cuando minorías ilustradas hablaron de instituciones, el caciquismo nació como flor espontánea en la ciénaga, única herencia cívica de los aventureros y los teólogos. Su crítica, ahonda hasta sangrar, tiene elocuencia docente; diríase que Álvarez protestaba contra los que se avenían a soportarlo para medrar a su amparo, o a cortejarlo para recibir sus beneficios. Puso en evidencia la incapacidad de los pueblos sin desarrollo social y económico para una vida auténticamente libre. Le parecía hipócrita el continuo ofrecimiento de excelentes “principios” políticos a poblaciones que necesitaban zapatos, alimentos y abecedario. Suprimir los descalzos, los analfabetos y el hambre era para él el primer paso hacia la libertad. Lo demás era farsa: farsa principista, farsa democrática farsa idealista, farsa patriótica! Desgraciadamente tenemos que acordar que aun hoy no logramos esta meta: debemos asumir su legado y trabajar sin descanso para suprimir los descalzos, los analfabetos y el hambre.
Coincidió con Alberdi y Sarmiento, atribuyéndolo a la constitución étnica primitiva de las sociedades hispanoamericanas, y vio, como ellos, un remedio en la transfusión de nueva sangre europea, prefiriendo la que trajera en sus glóbulos el espíritu y las costumbres anglosajonas. De ellas esperaba el ejemplo de la libertad individual y civil, que ponía como base de toda elevación ética, negando que hombres domésticos y pueblos serviles pudieran alcanzar en el porvenir una alta civilización. No comparte el entusiasmo de Moreno por las leyes, ni la obsesión de Sarmiento por la instrucción, y menos la esperanza de quienes todo lo aguardan de una Constitución perfecta. Se remonta a un punto de vista más alto; nos muestra como todos aquellos reformadores sólo vieron la mitad del problema: “Querer afianzar la justicia, consolidar la paz interior, promover al bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, sin movilizar a las clases dirigentes por la elaboración del carácter, la rectitud, la veracidad, la sinceridad, el autodominio (self-control), es querer el fruto sin cultivar la planta que lo produce”...
Toda la prédica de Álvarez se encamina a destruir la creencia en el milagro: del milagro en la ley, del milagro en la instrucción, del milagro en la religión; a mostrar la ineficacia de una ley sin ciudadanos que la obedezcan por libre voluntad, de una instrucción que nutre el entendimiento sin educar el carácter, y la religión que consagra estos extravíos y proclama que el dogma es todo y la conducta nada.
Los problemas políticos se reducían, en suma, para Álvarez, a problemas morales; creía imposible su solución mientras no se creara un nuevo mundo moral que subvirtiese los valores presentes. La democracia, el parlamentarismo, el sufragio, son ficciones o fantasías donde el pueblo es incapaz de la libertad. Esta fuerza moral es imposible de crear en los hombres por el simple reconocimiento escrito de sus derechos electorales; exige un nivel intelectual que permita comprender los asuntos de interés público y requiere una larga práctica que establezca nuevas costumbres, antítesis de la improvisación...QQ HH ¿Puede ser más actual este pensamiento? ¿No sabemos hoy la necesidad de planificar y organizar para no caer como en los últimos tiempos en estar siempre solucionando lo urgente la coyuntura y así no ver lo importante?. Ahora estamos discutiendo, sobre listas sábana, sistemas de sufragio y nos damos cuenta en todos los niveles que la crisis es Moral, es de Valores. Y aunque hoy sabemos que los glóbulos no traen el espíritu y costumbres de la libertad , sino la educación de las masas, ¿¡no nos estaba transmitiendo este mensaje aunque con el mismo error anglofílico e hispanofóbico que Sarmiento o Ingenieros por ejemplo!?... Recordemos que aún en 1923, cuando un grupo de peruanos exiliados en Buenos Aires llegan a la casa del mismísimo José Ingenieros, el Científico de renombre internacional, el Defensor de la Revolución Mexicana y la Revolución Rusa, el promotor de la Reforma Universitaria que tanto había influido en el Perú antiimperialista; éste los desconcierta con una ráfaga de preguntas:
-¿Con qué se limpian el trasero los indios: con papel higiénico o con piedra? ¿Creen Uds. Que los indios son capaces de dirigir vuestro país?
Uno de los jóvenes, con sumo respeto y casi sin inmutarse, le preguntó:
-¿Y qué cree Ud. , maestro, que le hace falta a mi país?
E Ingenieros se acercó y les dijo con tono contundente:
-¡Raza Blanca!, hijos ¡Raza Blanca!

III La educación para la libertad



Esos preceptos fueron la norma de toda su labor constructiva, definiéndolos, precisándolos, con vocación casi mística, con firmeza realmente apostólica. No cualquier escuela; no cualquier maestro. La escuela moderna, libre de coacciones confesionales, sin dogmas de obediencia, sin rutinas supersticiosas; la escuela que enseña a buscar en la naturaleza las causas naturales y en el respeto de todo lo humano los resortes de la moral; no la escuela de ayer sino la de mañana, mejor que la de hoy. Al maestro lo quería bueno como un padre, claro como una fuente, libre como un pájaro que enseña a volar y no pesado como un reptil que educa para el arrastramiento; maestros sanos de cuerpo y de espíritu, no carcomidos por miserias ni envenenados por prejuicios; maestros que no predicaran el sufrimiento en la tierra para alcanzar la dicha en el cielo, sino que hermosearan la vida presente, con dulce optimismo: enseñando la bondad como base de la justicia y el trabajo como condición de la libertad.
Pocos le aventajaron en mover más ruda guerra a la ignorancia, que develaba en todas partes: en los gobiernos, y en las masas, en las cátedras y en los parlamentos. Porque la ignorancia no es el triste privilegio de las clases pobres, que la ostentan sencilla y transparente, más como una inocencia que como una corrupción; la peor ignorancia es la que se disfraza de culta y de mundana, la ignorancia que no es virginidad pasiva del espíritu, sino retorcimiento capcioso de los principios en consonancia con los intereses creados, la ignorancia instrumento de dominación, la ignorancia convertida en el arte de engañar a los demás, la ignorancia de los que temen las consecuencias del espíritu independiente aplicado al libre examen: “Nuestros males no vienen ya de la ignorancia a desasnar, sino de la inmoralidad ilustrada y de la corrupción elocuente. La veracidad, la sinceridad, la justicia, la bondad, la solidaridad, no implican de ningún modo la ilustración que es la enseñanza de la cabeza, sino el carácter que es la educación del corazón, y nosotros no hacemos la educación que precave contra los yerros, sino la educación intelectual que precave contra los errores, y por eso hemos visto coincidir el máximum de desvergüenza con el máximum de ilustración”. Esta ignorancia de las clases pudientes es la que ha llevado a nuestro país y a muchos otros a través de la plutocracia , a una verdadera cleptocracia , y a la casi ruina y dependencia total. Falta de self-control, de self-government como diría nuestro Patrono. Hoy tenemos FMI-control, FMI-government. El remedio, dice Álvarez, es la educación y no la instrucción: “Carácter, honestidad y dominio de sí, es lo que necesitan los niños. No erudición, talento y viveza, sino carácter, decencia y control de sí mismos es lo que debe enseñarse a los ciudadanos. No avestrucería. Para regenerar al país por medio de los niños es necesario empezar por castigarles la mentira con más severidad que las faltas para cuya ocultación les sirve, para que, inteligentes como son comprendan que no sirve y se habitúen a no usarla”...
La educación para la libertad es uno de los puntos cardinales en su sistema moral; otro fue el amor a la Naturaleza. Si vivimos en este mundo, y sabiendo que no podemos trasladarnos a ningún otro de los descubiertos por la Astronomía o inventados por la Teología, debemos procurar que éste sea el paraíso y que en él adquieran los hombres las virtudes excelsas que se simbolizan abstractamente en la divinidad. La superstición ha creado el terror de la ultratumba para atormentar la vida humana y hacernos vivir como en un infierno, la ciencia debe desterrarlos y embellecer este mundo hasta convertirlo en un paraíso. Nada hay más inmoral que predicar “ciencias para después de la vida”; la única moral valedera será la que use y perfeccione las “ciencias para la vida”, pues las que no sirvan para mejorarla y embellecerla no son ciencias, sino trapacerías. Coincidía en esto con Hilel en que “si te dan a elegir entre cuidados para después de la vida y cuidados para ésta, debes siempre elegir la vida terrenal”...
IV La moral laica
Alicia Moreau de Justo dice: “Y tanto se refleja en el libro la personalidad de su autor que al leerlo parece que surgiera de entre las páginas aquella, su original silueta sencilla y modesta sin afectación, el gesto sobrio y ameno, la mirada serena, la sonrisa de bondad finamente matizada de ironía; el autor esta en su obra tanto como la obra en su autor, pues nunca un hombre fue más autorizado para hablar de moral a sus prójimos”.
Conociendo la pereza melancólica y fatalista de las poblaciones que aún conservan hondos rastros coloniales, procuraba esparcir simientes de optimismo y de energía, capaces de transmutarse en vida intensa. No podía concebir la moral como una catalogación literaria de principios teóricos, ni veía en ella un esquema abstracto y dogmático del bien; buscaba la moral en la vida misma, como su fuente y como su resultado a la vez, progresando, perfeccionándose como la civilización, siempre renovable y renovada.
Lo intrínseco de la moral le preocupaba más que lo extrínseco; no confundir la virtud con sus apariencias convencionales, ni la libertad con el derecho escrito, ni la justicia con la ley, ni el mérito con el rango, ni la pasiva incapacidad para el mal con el activo amor del bien. Su horror al fanatismo era la pasión de todas sus horas, pensando que no hay mayor obstáculo a la luz que la ceguedad. Nunca hizo literaturas vanas ni escribió una página por mero pasatiempo, sin que ello le impidiera admirar a los poetas que hacen poemas y los prosistas que laboran su prosa. Desdeñaba, sí, la aplicación del criterio literario a las materias que no son literatura; y nunca habría borrado un adjetivo exacto por evitar una consonancia. De allí cierto desaliño en sus escritos, que hubiera sido un defecto en producciones artísticas pero no lo es en las suyas, sin ser por eso una cualidad.
Su fe en el porvenir de las ciencias parecía inspirada por Renán. Y como viera las dificultadas que en todas las épocas y países suscitan contra ellas los diversos dogmatismos reinantes, movió a éstos firme guerra, por ver en ellos al mayor enemigo de la civilización moderna. Concebía las diversas religiones como escuelas de esclavitud, y las creía, por ende, propicias a la ignorancia misma. QQ HH, 100 años después cómo está el mundo en cuanto a religiones: Miremos el Medio Oriente...¡fanatismo religioso! La caída de las Torres Gemelas en Nueva York: ¡fanatismo religioso!. Cachemira, y los atentados al parlamento hindú: ¡fanatismo religioso!. La misma muerte de Mahatma Gandhi y años más tarde Indira Gandhi por los sikhs: ¡fanatismo religioso!. Ruanda, genocidio de hutus por Tutsis: ¡fanatismo religioso!. Guerra civil en Irlanda del Norte, muerte de escolares: ¡fanatismo religioso!. Bosnia y Kosovo: ¡fanatismo religioso!.
No todas las iglesias le inspiraban igual desconfianza, ni por la misma causa. De preferir alguna de las cristianas, habría optado por el evangelismo protestante; pero si en sus manos hubiese estado el desterrar alguna de su patria, comenzaría, sin duda por el catolicismo romano, pues entendía que sus dogmas universales son incompatibles con los principios civiles de la nacionalidad. (Recordemos al Catolicismo pre-Conciliar antes de Juan XXIII). Le hace un enérgico repudio a esta “religión falseada, contra la cual se volvería sin duda su mismo fundador de Galilea si le fuera dado resucitar de nuevo; a una religión caída en los mismos excesos y los mismos errores para cuya supresión ella naciera hace veinte siglos; una religión en que las formas predominan sobre la conducta; una religión que hace gravitar su condenación sobre los que se hallan fuera del dogma aunque no se hallen dentro del mal, y cuya doctrina puede ser manto de todas las maldades”. Como dice Joaquín Víctor González: “Se le ha censurado que diese al factor religioso más valor efectivo del que tiene en nuestra vida nacional, y aún se ha juzgado una prueba de mal gusto su insistencia sobre tal preocupación de su espíritu. Nada hay más complejo que este aspecto de su crítica, en un medio como éste, hecho a base de religión, y de una religión absorbente y absoluta, que en dieciocho siglos de dominación ha penetrado en todos los tejidos vivos de la humanidad. Él ha visto el problema nacional en su faz verdadera; ha hallado la fuente de los males, y se dedicó a depurarla sus aguas, en su origen, en sus cauces, en sus aplicaciones, en todos los sitios donde llegan y labran sus reacciones propias. La crítica podrá herir y asirse a sus medios, a sus procedimientos de combate, pero no puede vulnerar su juicio sobre el fondo del problema.
Acertado anduvo el mismo comentarista al decir que vivió “como un San Pablo del liberalismo científico moderno”, porque su vida fue un verdadero apostolado del idealismo laico. Nada hay más falso, en efecto, que la pretendida identidad de la superstición con el idealismo, ni hay nada más torpe que sugerir al vulgo que todos los moralistas laicos son materialistas y carecen de ideales. Se juega, sin duda, con palabras que tienen valor muy diferente cuando contienen sanciones morales. Nada hay moralmente más materialista que las prácticas externas de todos los cultos conocidos y el aforo escrupuloso que establecen sus tarifas para interceder ante la divinidad; ni nada más idealista que practicar la virtud y predicar la verdad, como hicieron los más de los filósofos que murieron en la hoguera acusados de herejía. En este sentido moral Agustín Álvarez fue idealista toda su vida, no adhiriendo jamás al materialismo de ninguna religión conocida.
La vida de Álvarez prueba que la santidad es un arte humano, para cuyo logro, el peso muerto de la teología es un peligroso estorbo. Tanto peor para los que consideran que existe una distancia irreductible entre la Iglesia y este hombre de bien; porque este último encarnó todas las virtudes que la Iglesia nombra y define: fue en efecto, el varón prudente, a quién, según la clasificación consagrada, caracteriza la capacidad de abrazar lo bueno; fue justo el que vivió amando a su prójimo como a sí mismo y a veces, si no siempre, más que a sí mismo...
Tal fue el pensamiento de nuestro Patrono, este queridísimo He ilustre argentino, tales sus doctrinas, tal su carácter, tal su obra, tal su vida. No tuvo dos morales, una para sí mismo y otra para los demás. Pensó su vida y vivió sus ideas, hasta la fecha de su muerte, 15 de febrero de 1914. Su vasta obra de pensador y de apóstol se levantó entera sobre los cuatros sillares inconmovibles de su espíritu: la libertad para la democracia, la ciencia para la vida, la moral para la educación y la justicia para la sociedad.

V Epílogo



Hoy QQ HH cumplimos 61 años que aquellos fundadores decidieran erigir este Taller, y homenajear y darnos un ejemplo y un camino permanente mediante este nombre...
“Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”, reza Gabriel del Mazo en el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria del ’18. Hoy necesitamos más que nunca esta guía de nuestro Patrono para salir y ver el camino, puesto que dolores tenemos muchos y por ello nos deben faltar muchas libertades... Para festejar este nuevo cumpleaños del Taller, que año tras año se ha reunido todos los jueves, no existe mejor símbolo que formar una y otra vez esa Cadena de Unión que haremos en unos momentos, porque sabemos que somos los depositarios de todo este bagaje de ideas que sólo JUNTOS podremos llevar a cabo. Hoy más que nunca que estamos evocando el espíritu de nuestro Patrono, y de nuestros HH Fundadores, tenemos que recordar las palabras del Salmo 133 de David, que es el sitio donde en nuestro REA y A debe abrirse el Libro de la Ley (primera Gran Luz), en Cámara de Aprendices. Junto con estos HH, y entre todos, (como lo viene haciendo el pueblo judío todas las noches del día del Perdón, en el último instante antes que salga la primera estrella y se toque el “Shofar ” para anunciar el fin del ayuno), debemos invocar con fuerza y amor este salmo:
Salmo 133 de David
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