INTERPRETACION DEL PADRENUESTRO
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INTERPRETACION DEL PADRENUESTRO
A través de este texto descubrimos que el Padrenuestro está compuesto de siete oraciones. Y cuando las recitamos a conciencia, la elevación es inmediata.
El Padrenuestro se convierte así en más que una plegaria, en un tema de meditación y una enseñanza que conduce al perfeccionamiento. Si la plegaria consigue movilizar la mente y el corazón, si pone a trabajar el pensamiento y los deseos, será uno de los instrumentos más eficaces en nuestro desarrollo.
Jesucristo dijo:
«Al rogar, no multipliquéis las vanas palabras, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de palabras serán escuchados. No os parezcáis a ellos, ya que vuestro Padre sabe lo que necesitáis, antes incluso de que formuléis la demanda. He aquí pues cómo debéis rogar:
¡Padre nuestro que estás en los cielos!
Santificado sea tu nombre,
Venga a nosotros tu Reino,
Que se haga tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy,
Y perdona nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido.
No nos induzcas en tentación, sino libéranos del maligno,
Ya que a ti pertenece por los siglos de los siglos el Reino, el poder y la gloria. ¡Amén!»
Este es el modelo de plegaria que figura en el Evangelio de San Mateo (Vl, 9 13), pero según fuentes esotéricas, tras la demanda de «pan cotidiano», figuraba una línea en la que se pedía: «Refresca nuestras almas con las aguas vivas», y al final se suprimen las últimas líneas y se añade: «Haznos cada vez más perfectos, como tú mismo eres perfecto.» La demanda de pan y agua corresponde al elemento sólido procedente del Binah y al líquido luminoso procedente de Hochmah.
El padrenuestro quedaría entonces así:
¡Padre nuestro que estás en los cielos!
Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Que se haga tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy,
y refresca nuestras almas con las aguas vivas.
Y perdona nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido.
No nos induzcas en tentación, sino libéranos del maligno
Y haznos cada día más perfectos como tú eres perfecto.
Amén (Aleph-Mem-Noun)
El Padrenuestro ha quedado instituido como la plegaria de los cristianos y constituye un modelo para todo ruego que pueda ser dirigido al Eterno. Deberíamos rezar el Padrenuestro por lo menos una vez al día, pero, sobre todo, se debe comprender el sentido de esta plegaria y vivirla, ya que si nos limitamos a la simple repetición mecánica, no tendrá efectos, o muy pocos, sobre nosotros.
«¡Padre nuestro que estás en los cielos!», es como las direcciones que se ponen en los sobres. Pero hay algo más en esta primera línea que es preciso retener, y es que se dirige a la instancia más elevada de la espiritualidad, al aspecto divino llamado Padre y no a instancias espirituales intermedias. Sólo el Padre abre los sobres que van dirigidos a él, pero, tal como Cristo indica, si reclamáis su atención hacedlo con pocas palabras y para cosas esenciales. Si vuestras peticiones son secundarias, si se refieren a las anécdotas de vuestra vida, entonces es mejor dirigirse a las potencias intermedias, pero no olvidéis poner su nombre y dirección, tal como Jesús lo hace en el Padrenuestro. Una plegaria bien dirigida reúne ya la condición primordial para ser escuchada.
«Santificado sea tu nombre».Esta proclamación ha de sugerir la determinación de otorgar un trato privilegiado a todo lo que viene del nombre del Padre, o sea a lo que procede de Kether-voluntad. Santificar significa celebrar, exaltar, ponerse de gala, venerar, festejar, distinguir. Podríamos permutar la expresión «tu nombre» por: Santificada sea “mi voluntad” y decir: “que esa voluntad que hay en mí sea exaltada y se exprese con toda su pureza, con todas sus galas y que esa voluntad sea celebrada”, es decir, que sea ejercida día a día, que se reserve un espacio en la jornada para que nuestra voluntad, que es un don del Padre, actúe en nosotros para eliminar lo caduco y renovar nuestra vida.
En la vida social, santificar el nombre de Dios significa dejar espacio libre para que nuestra voluntad humana pueda manifestarse. Vivimos prisioneros de la rutina, doblegados por un trabajo mecanizado para el que la voluntad facilita una energía de consumo para ir tirando y que la producción no se detenga. En tales condiciones, sólo los días de fiesta dejan el terreno libre para que la voluntad se exprese, y ahora vemos cómo esos días de fiesta se van reduciendo, se va sacralizando la producción material y no el nombre del Padre.
Para que ese nombre pueda ser santificado, todos cuantos trabajamos en el advenimiento del Reino debemos defender las fiestas tradicionales y promover nuevos festejos para que le sea posible al hombre ejercer esa voluntad creadora que le viene del Padre. En esa voluntad es donde se encuentra la solución de los problemas sociales, siempre y cuando la organización de la vida favorezca su ejercicio.
«Venga a nosotros tu Reino». ¡Qué riqueza de sugerencias encierra esta expresión! Se trata del Reino de Kether y pedimos aquí que llegue hasta Malkuth, centro que representa nuestra realidad material. El objetivo supremo de toda vida humana no es otro que el de conseguir que el Reino de Kether descienda de la cima en que se encuentra y se instale en nuestro yo material, penetrando en la carne, en la sangre, moviendo los resortes de nuestros músculos y nervios, manifestándose en nuestros gestos. La obra de Cristo puede resumirse precisamente en conseguir ese logro: el que venga a nosotros el Reino del Padre. ¿Qué debemos hacer para que esto se cumpla?
El Reino del Padre ya está en nosotros. Se encuentra situado en un punto misterioso de nuestro cráneo, pero las conexiones entre nuestro corazón y el cerebro no están vivificadas y el Padre se encuentra sin medios para gobernar. Es como un rey que, sentado en su trono, estuviera en un palacio vacío, sin ministros, sin servidores para ejecutar su política. Para que ese monarca pueda reinar, será preciso dotarlo de una red de conductos que le permitan hacerse oír por sus súbditos.
Esos conductos, en lo que se refiere a nuestro organismo, son nuestros pensamientos y nuestros deseos. Si ellos se ponen al servicio de ese rey, sus órdenes llegarán al mundo de abajo. Al decir ¡Venga a nosotros tu Reino! expresamos un deseo y un pensamiento a la vez, es decir, abrimos el camino de penetración a nuestro mítico rey interno.
Pero ese camino es largo y difícil. Si contemplamos el esquema del árbol de la vida, vemos que Kether y Malkuth están unidos por una serie de senderos que van de una a otra de las tres columnas. Existe una vía rápida en la columna central, pero sólo unos pocos privilegiados pueden deslizarse por ella. El grueso del pelotón de la humanidad transita por los senderos serpenteantes que van de un centro de vida de la derecha a uno de la izquierda y es por ellos por los que el reino del padre ha de transcurrir, desde las alturas de Kether hasta las profundidades de Malkuth.
En ese largo viaje del Padre para visitar a sus hijos, los hombres, la primera etapa lo llevará a esa ciudadela espiritual que conocemos con el nombre de Hochmah. Allí Kether Padre tomará un rostro, adquirirá una apariencia que lo haga reconocible: se vestirá con la túnica deslumbrante del amor y la sabiduría y emprenderá el viaje hacia Binah. En esa aduana, los funcionarios le preguntarán si tiene algo que declarar y el Padre dirá: traigo conmigo el amor que todo lo une y la sabiduría que disipa todos los misterios.
El guardián de la frontera de Binah le responderá: Señor, para entrar en nuestro mundo, deberéis someteros a nuestras reglas. Aquí somos muy severos con nuestros súbditos y quizá vuestro amor significara una tolerancia inadmisible para nuestras leyes. Aquí, Señor, se aprende por la experiencia y no hay otra sabiduría que la conseguida por el esfuerzo. Despojaos pues de una parte de vuestro amor y olvidad vuestro saber si deseáis penetrar en nuestro país.
Así Kether, en cada una de sus etapas que lo conducirán sucesivamente a Hesed, Gueburah, Tiphereth, Netzah, Hod, Yesod y Malkuth, encontrará una aduana que irá despojándolo de los adornos de su túnica, hasta convertirlo en un puro harapo. El trabajo humano consiste en permitir el paso de la divinidad por cada uno de los centros motores de nuestro organismo sin ponerle trabas ni filtros. Se trata de suprimir fronteras y discriminaciones y de ser, en lo interior y en lo exterior, perfectos ciudadanos del mundo. ¡Venga a nosotros tu Reino! Es el clamor que ha de permitirnos recibir al soberano sin restricciones, sin exigirle que se presente en nuestra vida de una forma determinada. Si ese deseo se expresa con fuerza, si es auténtico, si obedece a una necesidad imperiosa, un día veremos al soberano irrumpir victorioso por las avenidas de nuestra sangre, músculos y nervios para proclamar en nosotros su reinado para siempre jamás.
«¡Que se haga tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo!» Este punto del Padrenuestro es consecuencia del anterior. Si el Reino del Padre viene a nosotros es para que establezca su voluntad en nuestra tierra humana, para que actúe en nosotros según sus divinas normas, convirtiéndonos en artesanos conscientes de su obra.
La voluntad del Padre, de cualquier padre que no se vea perturbado por oscuros complejos, consiste en que su hijo pueda ir más allá de sí mismo, de que pueda superarlo en conocimientos, sabiduría y bienestar. Y ese padre pondrá todas sus posibilidades morales y materiales al servicio del hijo, hasta el sacrificio si es preciso. Si así lo hace el padre físico, ¿qué no hará por sus hijos el Padre espiritual? La Voluntad de Kether se manifiesta en Hochmah en forma de sabiduría amor, y se manifiesta en Binah en forma de Inteligencia penetrante que permite conocer el misterio de la creación mediante las leyes activas en el cosmos. La voluntad divina no es pues coercitiva, no se manifiesta despóticamente imponiendo un orden arbitrario y ocultando las reglas que permiten comprenderlo, sino al contrario, clarificándolo todo, dando armas a la inteligencia para que pueda penetrar en el conocimiento de todas las cosas.
Por ello, al decir ¡Hágase tu voluntad en mi tierra!, No estamos pidiendo un «caudillo» que nos diga lo que tenemos que hacer, sino que estamos solicitando que, del mismo modo que se hace en el cielo, donde Kether Padre establece amor sabiduría e inteligencia-comprensión, lo establezca también en nosotros, que nos conceda las prerrogativas divinas que concedió a Hochmah y a Binah. Le pedimos, en suma, que con su voluntad, nos convierta en creadores, elevándonos a la categoría de dioses, nos haga participar con la conciencia despierta, en la obra creadora.
«El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy y refresca nuestras almas con las aguas vivas». En este punto de la plegaria se pide lo esencial, ya que como diría Jesús más adelante, si se busca el reino de Dios y su justicia, lo demás viene por añadidura. Se piden las cualidades de Hochmah y de Binah, tal como apuntábamos en el punto anterior. En la época en que vivió Jesús, el pan solía ser elaborado por cada familia y de todos modos, debemos interpretar esta petición, no solamente en el sentido alimenticio, sino en el más amplio de permitirnos la elaboración de ese pan. Las enseñanzas tradicionales dicen que en la elaboración del pan participan los siete Séfiras que van de Binah a Yesod; es decir, los siete centros de vida activos en cada uno de nosotros se movilizan en la tarea panificadora, de modo que teniendo esto en cuenta, lo que estamos pidiendo es que diariamente el Padre mantenga activos en nosotros los sietes centros de la vida que elaboran nuestra existencia, porque en el proceso evolutivo, nosotros pasamos por fases parecidas a las del pan, desde que la pasta se amasa hasta que se cuece; le pedimos que no exista en nosotros ninguna tendencia muerta, que todo se encuentre vivificado y en estado de alerta porque, siendo así, el pan físico no nos faltará, y será el producto natural del trabajo humano.
La referencia a las aguas vivas, que no figura en la plegaria tal y como nos ha llegado, es una demanda del amor sabiduría de Hochmah. Trabajo humano y amor, tales son las peticiones esenciales que debemos dirigir al Padre, no el amor de la sociedad hacia nosotros, sino amor nuestro hacia todo lo creado; amor que, al darlo, nos será devuelto, de acuerdo con la dinámica del mecanismo cósmico.
«Y perdona nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido». Dirigir esta petición a un Dios externo no tendría sentido porque él ya conoce las reglas cósmicas y sabe que las ofensas perdonadas abajo disparan automáticamente los mecanismos del perdón en los mundos de arriba y nuestras ofensas se borran. Cristo introdujo ese punto en la plegaria para que el discípulo medite sobre la cuestión y pueda tomar conciencia de que su propia actitud respecto a los demás, determinará la actitud del Padre respecto a él. Esto no significa que el Padre cambie en la forma de enjuiciarlo, sino que nuestra actitud humana nos hará beneficiarnos de unos mecanismos activos en la obra divina.
Por otra parte, el Padre Kether, como hemos dicho, se encuentra interiorizado en cada uno y si tomamos conciencia de esta realidad, resultará que es de nuestro interior, de lo que en nosotros hay de divino, de donde ha de venirnos el perdón, de acuerdo con la regla que Cristo expresaría más tarde al decir «la caridad bien entendida empieza por uno mismo».
Perdonar las ofensas a los demás es tarea primordial para que el Padre pueda establecer su Reino en nosotros, porque si nuestro Reino humano aparece surcado de odios, rencores y desavenencias, por mucho que despejemos los senderos por otro lado, el soberano no pondrá nunca los pies en nuestra tierra. Cuando pronunciamos esa parte de la oración, debemos pensar en si estamos resentidos contra alguien y, si lo estamos, vayamos a su encuentro y hagámosle saber que nuestra ofensa ha prescrito. Si no es así, no vale la pena seguir rezando, porque no reuniremos las condiciones para que sea efectiva y no dejará de ser un movimiento inocuo de los labios.
«No nos induzcas en tentación, sino libéranos del maligno». La tentación aparece, inevitablemente, al alcanzar cierto nivel evolutivo, porque el maligno es un agente activo en nuestro proceso formador. Él ha sido el tutor en la toma de conciencia de nuestros deseos y llega ineludiblemente un momento en que debemos despedirnos de este viejo profesor, experto en las artes de la izquierda, para vincularnos a la corriente crística que circula por la derecha. La tentación, muchas veces, es la de seguir siendo lo que somos, la de no transformarnos, la de incorporar a medias los nuevos valores, a la manera de un manto que cubre los antiguos. Muchas de las prácticas que hoy llamamos cristianas no son más que unos ropajes transparentes que ocultan apenas la doctrina antigua.
El Padre ha de librarnos de ese mal sutil, otorgándonos la suficiente lucidez para reconocerlo, porque en el momento del tránsito de una doctrina a la otra, cuando vayamos al encuentro del viejo profesor Mefisto para despedirnos de él, el maligno astuto nos dirá: «¿Por qué romper nuestras buenas relaciones? Yo sé mucho acerca de la nueva doctrina y puedo instruirte en ella como lo he hecho en el terreno de la experiencia». Si aceptamos su ayuda, ya estaremos endosando las dos túnicas y los viejos métodos aparecerán con un barniz nuevo. Debemos tener el valor de romper, de quemar las naves, como lo hiciera Cortés al llegar al nuevo mundo. Sólo entonces, cuando ya no sea posible mirar hacia atrás, descubriremos en toda su plenitud los valores del nuevo universo que es ahora el nuestro. Entonces, el Reino del Padre cobrará vida y su realidad irá penetrando en nuestra conciencia.
“Haznos cada día más perfectos, como tú eres Perfecto. Amén” Termina la oración, reclamando una condición sin la cual el padre no podrá penetrar en nosotros, porque la perfección necesita para expresarse un medio adecuado a su naturaleza, y si el hombre no adquiere la cualidad de la perfección, el Padre se quedará en la puerta, esperando a que esa perfección se cumpla.
saludos
El Padrenuestro se convierte así en más que una plegaria, en un tema de meditación y una enseñanza que conduce al perfeccionamiento. Si la plegaria consigue movilizar la mente y el corazón, si pone a trabajar el pensamiento y los deseos, será uno de los instrumentos más eficaces en nuestro desarrollo.
Jesucristo dijo:
«Al rogar, no multipliquéis las vanas palabras, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de palabras serán escuchados. No os parezcáis a ellos, ya que vuestro Padre sabe lo que necesitáis, antes incluso de que formuléis la demanda. He aquí pues cómo debéis rogar:
¡Padre nuestro que estás en los cielos!
Santificado sea tu nombre,
Venga a nosotros tu Reino,
Que se haga tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy,
Y perdona nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido.
No nos induzcas en tentación, sino libéranos del maligno,
Ya que a ti pertenece por los siglos de los siglos el Reino, el poder y la gloria. ¡Amén!»
Este es el modelo de plegaria que figura en el Evangelio de San Mateo (Vl, 9 13), pero según fuentes esotéricas, tras la demanda de «pan cotidiano», figuraba una línea en la que se pedía: «Refresca nuestras almas con las aguas vivas», y al final se suprimen las últimas líneas y se añade: «Haznos cada vez más perfectos, como tú mismo eres perfecto.» La demanda de pan y agua corresponde al elemento sólido procedente del Binah y al líquido luminoso procedente de Hochmah.
El padrenuestro quedaría entonces así:
¡Padre nuestro que estás en los cielos!
Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Que se haga tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy,
y refresca nuestras almas con las aguas vivas.
Y perdona nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido.
No nos induzcas en tentación, sino libéranos del maligno
Y haznos cada día más perfectos como tú eres perfecto.
Amén (Aleph-Mem-Noun)
El Padrenuestro ha quedado instituido como la plegaria de los cristianos y constituye un modelo para todo ruego que pueda ser dirigido al Eterno. Deberíamos rezar el Padrenuestro por lo menos una vez al día, pero, sobre todo, se debe comprender el sentido de esta plegaria y vivirla, ya que si nos limitamos a la simple repetición mecánica, no tendrá efectos, o muy pocos, sobre nosotros.
«¡Padre nuestro que estás en los cielos!», es como las direcciones que se ponen en los sobres. Pero hay algo más en esta primera línea que es preciso retener, y es que se dirige a la instancia más elevada de la espiritualidad, al aspecto divino llamado Padre y no a instancias espirituales intermedias. Sólo el Padre abre los sobres que van dirigidos a él, pero, tal como Cristo indica, si reclamáis su atención hacedlo con pocas palabras y para cosas esenciales. Si vuestras peticiones son secundarias, si se refieren a las anécdotas de vuestra vida, entonces es mejor dirigirse a las potencias intermedias, pero no olvidéis poner su nombre y dirección, tal como Jesús lo hace en el Padrenuestro. Una plegaria bien dirigida reúne ya la condición primordial para ser escuchada.
«Santificado sea tu nombre».Esta proclamación ha de sugerir la determinación de otorgar un trato privilegiado a todo lo que viene del nombre del Padre, o sea a lo que procede de Kether-voluntad. Santificar significa celebrar, exaltar, ponerse de gala, venerar, festejar, distinguir. Podríamos permutar la expresión «tu nombre» por: Santificada sea “mi voluntad” y decir: “que esa voluntad que hay en mí sea exaltada y se exprese con toda su pureza, con todas sus galas y que esa voluntad sea celebrada”, es decir, que sea ejercida día a día, que se reserve un espacio en la jornada para que nuestra voluntad, que es un don del Padre, actúe en nosotros para eliminar lo caduco y renovar nuestra vida.
En la vida social, santificar el nombre de Dios significa dejar espacio libre para que nuestra voluntad humana pueda manifestarse. Vivimos prisioneros de la rutina, doblegados por un trabajo mecanizado para el que la voluntad facilita una energía de consumo para ir tirando y que la producción no se detenga. En tales condiciones, sólo los días de fiesta dejan el terreno libre para que la voluntad se exprese, y ahora vemos cómo esos días de fiesta se van reduciendo, se va sacralizando la producción material y no el nombre del Padre.
Para que ese nombre pueda ser santificado, todos cuantos trabajamos en el advenimiento del Reino debemos defender las fiestas tradicionales y promover nuevos festejos para que le sea posible al hombre ejercer esa voluntad creadora que le viene del Padre. En esa voluntad es donde se encuentra la solución de los problemas sociales, siempre y cuando la organización de la vida favorezca su ejercicio.
«Venga a nosotros tu Reino». ¡Qué riqueza de sugerencias encierra esta expresión! Se trata del Reino de Kether y pedimos aquí que llegue hasta Malkuth, centro que representa nuestra realidad material. El objetivo supremo de toda vida humana no es otro que el de conseguir que el Reino de Kether descienda de la cima en que se encuentra y se instale en nuestro yo material, penetrando en la carne, en la sangre, moviendo los resortes de nuestros músculos y nervios, manifestándose en nuestros gestos. La obra de Cristo puede resumirse precisamente en conseguir ese logro: el que venga a nosotros el Reino del Padre. ¿Qué debemos hacer para que esto se cumpla?
El Reino del Padre ya está en nosotros. Se encuentra situado en un punto misterioso de nuestro cráneo, pero las conexiones entre nuestro corazón y el cerebro no están vivificadas y el Padre se encuentra sin medios para gobernar. Es como un rey que, sentado en su trono, estuviera en un palacio vacío, sin ministros, sin servidores para ejecutar su política. Para que ese monarca pueda reinar, será preciso dotarlo de una red de conductos que le permitan hacerse oír por sus súbditos.
Esos conductos, en lo que se refiere a nuestro organismo, son nuestros pensamientos y nuestros deseos. Si ellos se ponen al servicio de ese rey, sus órdenes llegarán al mundo de abajo. Al decir ¡Venga a nosotros tu Reino! expresamos un deseo y un pensamiento a la vez, es decir, abrimos el camino de penetración a nuestro mítico rey interno.
Pero ese camino es largo y difícil. Si contemplamos el esquema del árbol de la vida, vemos que Kether y Malkuth están unidos por una serie de senderos que van de una a otra de las tres columnas. Existe una vía rápida en la columna central, pero sólo unos pocos privilegiados pueden deslizarse por ella. El grueso del pelotón de la humanidad transita por los senderos serpenteantes que van de un centro de vida de la derecha a uno de la izquierda y es por ellos por los que el reino del padre ha de transcurrir, desde las alturas de Kether hasta las profundidades de Malkuth.
En ese largo viaje del Padre para visitar a sus hijos, los hombres, la primera etapa lo llevará a esa ciudadela espiritual que conocemos con el nombre de Hochmah. Allí Kether Padre tomará un rostro, adquirirá una apariencia que lo haga reconocible: se vestirá con la túnica deslumbrante del amor y la sabiduría y emprenderá el viaje hacia Binah. En esa aduana, los funcionarios le preguntarán si tiene algo que declarar y el Padre dirá: traigo conmigo el amor que todo lo une y la sabiduría que disipa todos los misterios.
El guardián de la frontera de Binah le responderá: Señor, para entrar en nuestro mundo, deberéis someteros a nuestras reglas. Aquí somos muy severos con nuestros súbditos y quizá vuestro amor significara una tolerancia inadmisible para nuestras leyes. Aquí, Señor, se aprende por la experiencia y no hay otra sabiduría que la conseguida por el esfuerzo. Despojaos pues de una parte de vuestro amor y olvidad vuestro saber si deseáis penetrar en nuestro país.
Así Kether, en cada una de sus etapas que lo conducirán sucesivamente a Hesed, Gueburah, Tiphereth, Netzah, Hod, Yesod y Malkuth, encontrará una aduana que irá despojándolo de los adornos de su túnica, hasta convertirlo en un puro harapo. El trabajo humano consiste en permitir el paso de la divinidad por cada uno de los centros motores de nuestro organismo sin ponerle trabas ni filtros. Se trata de suprimir fronteras y discriminaciones y de ser, en lo interior y en lo exterior, perfectos ciudadanos del mundo. ¡Venga a nosotros tu Reino! Es el clamor que ha de permitirnos recibir al soberano sin restricciones, sin exigirle que se presente en nuestra vida de una forma determinada. Si ese deseo se expresa con fuerza, si es auténtico, si obedece a una necesidad imperiosa, un día veremos al soberano irrumpir victorioso por las avenidas de nuestra sangre, músculos y nervios para proclamar en nosotros su reinado para siempre jamás.
«¡Que se haga tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo!» Este punto del Padrenuestro es consecuencia del anterior. Si el Reino del Padre viene a nosotros es para que establezca su voluntad en nuestra tierra humana, para que actúe en nosotros según sus divinas normas, convirtiéndonos en artesanos conscientes de su obra.
La voluntad del Padre, de cualquier padre que no se vea perturbado por oscuros complejos, consiste en que su hijo pueda ir más allá de sí mismo, de que pueda superarlo en conocimientos, sabiduría y bienestar. Y ese padre pondrá todas sus posibilidades morales y materiales al servicio del hijo, hasta el sacrificio si es preciso. Si así lo hace el padre físico, ¿qué no hará por sus hijos el Padre espiritual? La Voluntad de Kether se manifiesta en Hochmah en forma de sabiduría amor, y se manifiesta en Binah en forma de Inteligencia penetrante que permite conocer el misterio de la creación mediante las leyes activas en el cosmos. La voluntad divina no es pues coercitiva, no se manifiesta despóticamente imponiendo un orden arbitrario y ocultando las reglas que permiten comprenderlo, sino al contrario, clarificándolo todo, dando armas a la inteligencia para que pueda penetrar en el conocimiento de todas las cosas.
Por ello, al decir ¡Hágase tu voluntad en mi tierra!, No estamos pidiendo un «caudillo» que nos diga lo que tenemos que hacer, sino que estamos solicitando que, del mismo modo que se hace en el cielo, donde Kether Padre establece amor sabiduría e inteligencia-comprensión, lo establezca también en nosotros, que nos conceda las prerrogativas divinas que concedió a Hochmah y a Binah. Le pedimos, en suma, que con su voluntad, nos convierta en creadores, elevándonos a la categoría de dioses, nos haga participar con la conciencia despierta, en la obra creadora.
«El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy y refresca nuestras almas con las aguas vivas». En este punto de la plegaria se pide lo esencial, ya que como diría Jesús más adelante, si se busca el reino de Dios y su justicia, lo demás viene por añadidura. Se piden las cualidades de Hochmah y de Binah, tal como apuntábamos en el punto anterior. En la época en que vivió Jesús, el pan solía ser elaborado por cada familia y de todos modos, debemos interpretar esta petición, no solamente en el sentido alimenticio, sino en el más amplio de permitirnos la elaboración de ese pan. Las enseñanzas tradicionales dicen que en la elaboración del pan participan los siete Séfiras que van de Binah a Yesod; es decir, los siete centros de vida activos en cada uno de nosotros se movilizan en la tarea panificadora, de modo que teniendo esto en cuenta, lo que estamos pidiendo es que diariamente el Padre mantenga activos en nosotros los sietes centros de la vida que elaboran nuestra existencia, porque en el proceso evolutivo, nosotros pasamos por fases parecidas a las del pan, desde que la pasta se amasa hasta que se cuece; le pedimos que no exista en nosotros ninguna tendencia muerta, que todo se encuentre vivificado y en estado de alerta porque, siendo así, el pan físico no nos faltará, y será el producto natural del trabajo humano.
La referencia a las aguas vivas, que no figura en la plegaria tal y como nos ha llegado, es una demanda del amor sabiduría de Hochmah. Trabajo humano y amor, tales son las peticiones esenciales que debemos dirigir al Padre, no el amor de la sociedad hacia nosotros, sino amor nuestro hacia todo lo creado; amor que, al darlo, nos será devuelto, de acuerdo con la dinámica del mecanismo cósmico.
«Y perdona nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido». Dirigir esta petición a un Dios externo no tendría sentido porque él ya conoce las reglas cósmicas y sabe que las ofensas perdonadas abajo disparan automáticamente los mecanismos del perdón en los mundos de arriba y nuestras ofensas se borran. Cristo introdujo ese punto en la plegaria para que el discípulo medite sobre la cuestión y pueda tomar conciencia de que su propia actitud respecto a los demás, determinará la actitud del Padre respecto a él. Esto no significa que el Padre cambie en la forma de enjuiciarlo, sino que nuestra actitud humana nos hará beneficiarnos de unos mecanismos activos en la obra divina.
Por otra parte, el Padre Kether, como hemos dicho, se encuentra interiorizado en cada uno y si tomamos conciencia de esta realidad, resultará que es de nuestro interior, de lo que en nosotros hay de divino, de donde ha de venirnos el perdón, de acuerdo con la regla que Cristo expresaría más tarde al decir «la caridad bien entendida empieza por uno mismo».
Perdonar las ofensas a los demás es tarea primordial para que el Padre pueda establecer su Reino en nosotros, porque si nuestro Reino humano aparece surcado de odios, rencores y desavenencias, por mucho que despejemos los senderos por otro lado, el soberano no pondrá nunca los pies en nuestra tierra. Cuando pronunciamos esa parte de la oración, debemos pensar en si estamos resentidos contra alguien y, si lo estamos, vayamos a su encuentro y hagámosle saber que nuestra ofensa ha prescrito. Si no es así, no vale la pena seguir rezando, porque no reuniremos las condiciones para que sea efectiva y no dejará de ser un movimiento inocuo de los labios.
«No nos induzcas en tentación, sino libéranos del maligno». La tentación aparece, inevitablemente, al alcanzar cierto nivel evolutivo, porque el maligno es un agente activo en nuestro proceso formador. Él ha sido el tutor en la toma de conciencia de nuestros deseos y llega ineludiblemente un momento en que debemos despedirnos de este viejo profesor, experto en las artes de la izquierda, para vincularnos a la corriente crística que circula por la derecha. La tentación, muchas veces, es la de seguir siendo lo que somos, la de no transformarnos, la de incorporar a medias los nuevos valores, a la manera de un manto que cubre los antiguos. Muchas de las prácticas que hoy llamamos cristianas no son más que unos ropajes transparentes que ocultan apenas la doctrina antigua.
El Padre ha de librarnos de ese mal sutil, otorgándonos la suficiente lucidez para reconocerlo, porque en el momento del tránsito de una doctrina a la otra, cuando vayamos al encuentro del viejo profesor Mefisto para despedirnos de él, el maligno astuto nos dirá: «¿Por qué romper nuestras buenas relaciones? Yo sé mucho acerca de la nueva doctrina y puedo instruirte en ella como lo he hecho en el terreno de la experiencia». Si aceptamos su ayuda, ya estaremos endosando las dos túnicas y los viejos métodos aparecerán con un barniz nuevo. Debemos tener el valor de romper, de quemar las naves, como lo hiciera Cortés al llegar al nuevo mundo. Sólo entonces, cuando ya no sea posible mirar hacia atrás, descubriremos en toda su plenitud los valores del nuevo universo que es ahora el nuestro. Entonces, el Reino del Padre cobrará vida y su realidad irá penetrando en nuestra conciencia.
“Haznos cada día más perfectos, como tú eres Perfecto. Amén” Termina la oración, reclamando una condición sin la cual el padre no podrá penetrar en nosotros, porque la perfección necesita para expresarse un medio adecuado a su naturaleza, y si el hombre no adquiere la cualidad de la perfección, el Padre se quedará en la puerta, esperando a que esa perfección se cumpla.
saludos
- benedictus16
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- Ricard
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- Registrado: Jue Jul 26, 2007 6:22 am
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A mí también me ha parecido interesante y un buen trabajo de exégesis.
Me ha recordado por unos momentos mi adolescencia, cuando los sábados por la tarde asistía a la "catequesis" protestante de la Iglesia Evangélica de San Pablo, a la que me adherí después de renunciar de facto al catolicismo y la que finalmente también abandoné por no obtener respuestas a mis dudas. Me la ha recordado pues, antes de dejarnos jugar al tenis mesa, teníamos entorno a los 12-14 años, nos dedicábamos a intentar conocer el sentido oculto de unos párrafos escogidos por nuestro "conductor" de los evangelios, de los cuales sacábamos conclusiones, al menos, sorprendentes como las amablemente que nos ofrece nuestro compañero Benedictus.
Me ha recordado por unos momentos mi adolescencia, cuando los sábados por la tarde asistía a la "catequesis" protestante de la Iglesia Evangélica de San Pablo, a la que me adherí después de renunciar de facto al catolicismo y la que finalmente también abandoné por no obtener respuestas a mis dudas. Me la ha recordado pues, antes de dejarnos jugar al tenis mesa, teníamos entorno a los 12-14 años, nos dedicábamos a intentar conocer el sentido oculto de unos párrafos escogidos por nuestro "conductor" de los evangelios, de los cuales sacábamos conclusiones, al menos, sorprendentes como las amablemente que nos ofrece nuestro compañero Benedictus.
- joaquimvillalta
- M.·.M.·. Moderador
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Q.·. H.·. benedictus:
Me ha parecido muy interesante esa lectura del Padrenuestro como soporte de meditación, ya no solo vehicular de una demanda mecanizada, sino constructivo y de reordenación interna, que ha de permitir contactar con ese "Centro Espiritual" que algunos denominamos Dios. Es siguiendo esta linea argumental donde aprecio personalmente, esa transmisión de principios que ha venido a denominarse Tradición Primordial desde otros prismas.
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Joaquim Villalta
Me ha parecido muy interesante esa lectura del Padrenuestro como soporte de meditación, ya no solo vehicular de una demanda mecanizada, sino constructivo y de reordenación interna, que ha de permitir contactar con ese "Centro Espiritual" que algunos denominamos Dios. Es siguiendo esta linea argumental donde aprecio personalmente, esa transmisión de principios que ha venido a denominarse Tradición Primordial desde otros prismas.
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Joaquim Villalta
Franz
M.·. M.·. de la Gran Logia Mixta de los Andes Ecuatoriales
MPSGC del Supremo Consejo del Grado 33º para España del Rito Antiguo y Aceptado
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Este es el modelo de plegaria que figura en el Evangelio de San Mateo (Vl, 9 13), pero según fuentes esotéricas, tras la demanda de «pan cotidiano», figuraba una línea en la que se pedía: «Refresca nuestras almas con las aguas vivas», y al final se suprimen las últimas líneas y se añade: «Haznos cada vez más perfectos, como tú mismo eres perfecto.»
¿A qué fuentes esotéricas te refieres? Es que, sinceramente, desconfío un poco, y como nunca he oído nada de esas fuentes, pese a haber leído tanto los evangelios canónicos como los apócrifos... Disculpa mi escepticismo, pero me suena a que alguien a metido motu proprio un ramalazo gnóstico, dándole de forma caprichosa una patada al original porque no le gustaba el texto primigenio de ese cristianismo de impronta farisaica...
- benedictus16
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hola, con mucho gusto te contestare aquello que a mi modesto entender es lo que me preguntas.Mozard escribió:Este es el modelo de plegaria que figura en el Evangelio de San Mateo (Vl, 9 13), pero según fuentes esotéricas, tras la demanda de «pan cotidiano», figuraba una línea en la que se pedía: «Refresca nuestras almas con las aguas vivas», y al final se suprimen las últimas líneas y se añade: «Haznos cada vez más perfectos, como tú mismo eres perfecto.»
¿A qué fuentes esotéricas te refieres? Es que, sinceramente, desconfío un poco, y como nunca he oído nada de esas fuentes, pese a haber leído tanto los evangelios canónicos como los apócrifos... Disculpa mi escepticismo, pero me suena a que alguien a metido motu proprio un ramalazo gnóstico, dándole de forma caprichosa una patada al original porque no le gustaba el texto primigenio de ese cristianismo de impronta farisaica...
En la Biblia, ese libro que explica en clave simbólica y real a la vez la historia de nuestra humanidad, Caín aparece como el hijo de Adán y Eva. En la leyenda masónica y otros relatos iniciáticos, Caín es el hijo de la serpiente. Los cabalistas (estudiosos del génesis humano) citan con frecuencia a los luciferes enamorados de "las hijas de los hombres" y teniendo relaciones sexuales con ellas. Esos relatos describen de una manera anecdótica el resultado de un proceso natural. Es decir, cuando los Elohim cubrieron con su ropaje la esencia Zodiacal, tuvo lugar un acto de generación que dio como consecuencia el nacimiento de un "hijo", es decir, de un tipo de materia cósmica que era el resultado de la unión de la esencia de los Elohim con la esencia de los Zodiacales.
Los Elohim son jerarquías creadoras que trabajaron de forma voluntaria en nuestro proceso de evolución junto a los zodiacales, accionistas que hipotecaron su patrimonio.
Esta generación, situada en el ámbito humano, da como resultado el nacimiento de Caín, del "hijo perverso", fruto de la copulación de lo “inferior” con lo “superior”. Caín nace siempre cuando dos personas de niveles distintos o de países diferentes se unen. Ello da lugar al nacimiento de una fuerza intermedia creadora.
Tal como sucediera con los Elohim, sucedió luego con el despliegue de las facultades humanas. Caín es el hijo de la mujer y de un semi-Dios o, mejor dicho, de un semi-ángel. Más tarde, según relata la leyenda masónica, la serpiente fue expulsada del paraíso por Dios, y por ello Caín fue llamado "el hijo de la viuda."
En los Elohim existían las dos polaridades, masculina y femenina y de la unión de ambas nacería la tercera, que por ser el resultado natural de la unión de las dos primeras, formaba parte inseparable de éstas. De modo que las tres Fuerzas eran rostros diferentes de una sola, con lo cual queda explicado el misterio de la Trinidad, del Padre, Hijo y Espíritu Santo en la religión católica.
Las tres Fuerzas primordiales corresponden a la misma unidad operativa, pero las necesidades de la Creación motivaron que cada una de ellas desempeñara papeles distintos, de modo que las tres Fuerzas se constituyeron en tres poderosos Centros Energéticos, cada uno especializado en determinados trabajos.
saludos
josep maria
- benedictus16
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La Vida de Dios es una historia que un día u otro ha de ser protagonizada por todos los seres humanos. El Ego Superior de cada uno la lleva impresa en su interior como si fuera una cruz y en cada una de nuestras sucesivas existencias interpretamos un episodio, un fragmento de esa historia divina.Mozard escribió:Este es el modelo de plegaria que figura en el Evangelio de San Mateo (Vl, 9 13), pero según fuentes esotéricas, tras la demanda de «pan cotidiano», figuraba una línea en la que se pedía: «Refresca nuestras almas con las aguas vivas», y al final se suprimen las últimas líneas y se añade: «Haznos cada vez más perfectos, como tú mismo eres perfecto.»
¿A qué fuentes esotéricas te refieres? Es que, sinceramente, desconfío un poco, y como nunca he oído nada de esas fuentes, pese a haber leído tanto los evangelios canónicos como los apócrifos... Disculpa mi escepticismo, pero me suena a que alguien a metido motu proprio un ramalazo gnóstico, dándole de forma caprichosa una patada al original porque no le gustaba el texto primigenio de ese cristianismo de impronta farisaica...
Para ejecutar esta obra, disponemos de una entera libertad. Somos como el director de orquesta que, habiendo recibido una partitura para ser ejecutada, tuviera que escoger con su libre voluntad, los músicos, los instrumentos y el lugar en que va a dar su concierto. La Biblia nos refiere esa historia de Dios, o sea, nos anuncia los trances por los que todos tendremos que pasar, siendo alternativamente los Abraham del pacto con la divinidad, los habitantes de Sodoma que reciben el fuego del cielo, los José vendidos por sus hermanos, los que atraviesan el Mar Rojo, los Salomón y finalmente los Cristo, en los cuales la naturaleza divina y la humana actuarán al unísono para siempre jamás.
Los Evangelios tratan de esa etapa final que todos hemos de vivir antes de alcanzar la liberación en todo lo concerniente a las tareas humanas; antes de alcanzar ese punto evolutivo en el que ya no estaremos obligados a volver a la tierra y seremos pilares de Dios, trabajando en los mundos de arriba para el progreso espiritual de nuestros hermanos.
Los Evangelios que admite la tradición son cuatro, como cuatro son los elementos y cuatro son las letras que forman el nombre divino Yod He Vav He (Jehová). El de San Juan es el Evangelio de Fuego; el de San Lucas el Evangelio de Agua, el de San Marcos el Evangelio de Aire, y el de San Mateo el Evangelio de Tierra. El primero está destinado a producir la revelación; el segundo se dirige a los sentimientos; el tercero a la razón, y el cuarto es un compendio de los tres. Se presentan a la lectura en orden inverso porque la lengua sagrada se escribe en sentido contrario a la profana, de derecha a izquierda, de modo que el último es el primero.
2.- El Antiguo Testamento contiene nuestra historia espiritual pasada y el Nuevo Testamento, la de nuestro desarrollo espiritual por venir. Así seria por lo menos si las pautas espirituales previstas por la divinidad hubieran sido vividas sumisa y ordenadamente por el hombre, pero habiendo cortado Adán las amarras que lo unían a la divinidad, la evolución ha sido vivida a trompicones, dando un paso adelante y dos atrás, y son muchos los individuos que hoy están recapitulando etapas antiguas mientras que también hay algunos que se han anticipado y que viven realidades programadas para nuestro futuro.
3.- En el primer capitulo de San Lucas se nos habla de los extraños sucesos que precedieron al nacimiento de Juan el Bautista, el que luego seria llamado el Precursor. Relata (Lucas I, 8 20) que encontrándose Zacarías ejerciendo sus funciones de sacrificador en el templo, cuando ofrecía sus perfumes a la divinidad, se le apareció el ángel Gabriel, el jefe de los ángeles lunares que se ocupan de los asuntos de fecundidad, para anunciarle que su mujer iba a dar a luz un niño que prepararía al pueblo para que marchara conforme a los mandatos de Dios. Como sea que Zacarías, siendo ya viejo, se mostrara incrédulo, Gabriel le dijo que permanecería mudo hasta que los hechos anunciados ocurrieran. Más tarde, cuando el niño nació (Lucas I, 59 64), su madre dijo que se llamaría Juan, tal como el ángel le indicara, cosa que produjo el asombro de los familiares, porque ninguno de los antepasados había llevado ese nombre. ¿Cuál es el significado de ese episodio?
saludos
josep maria
- benedictus16
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En esas palabras encontramos descrito el proceso de elaboración de la personalidad crística en su fase final. El nacimiento espiritual es el objetivo supremo de toda vida humana, y antes de que pueda producirse, debe experimentarse en nuestra naturaleza interna un gran cambio; es decir, la tendencia que hasta entonces ha estado dominando en nosotros y administrando las fuerzas de nuestra voluntad, tiene que enmudecer para dar su voz al niño que va a nacer, un niño que no será aún el esperado, sino el que preparará el terreno a la otra tendencia, la que nos permitirá definitivamente unir lo divino a lo humano. Esto significa, en concreto, que antes de ser Jesús, deberemos ser Juan y, antes que Juan, ser Zacarías. Y siendo Zacarías, deberemos ofrecer los perfumes al Señor, a la hora de los perfumes, como lo consigna Lucas, para que el ángel anunciador aparezca.Mozard escribió:Este es el modelo de plegaria que figura en el Evangelio de San Mateo (Vl, 9 13), pero según fuentes esotéricas, tras la demanda de «pan cotidiano», figuraba una línea en la que se pedía: «Refresca nuestras almas con las aguas vivas», y al final se suprimen las últimas líneas y se añade: «Haznos cada vez más perfectos, como tú mismo eres perfecto.»
¿A qué fuentes esotéricas te refieres? Es que, sinceramente, desconfío un poco, y como nunca he oído nada de esas fuentes, pese a haber leído tanto los evangelios canónicos como los apócrifos... Disculpa mi escepticismo, pero me suena a que alguien a metido motu proprio un ramalazo gnóstico, dándole de forma caprichosa una patada al original porque no le gustaba el texto primigenio de ese cristianismo de impronta farisaica...
Los perfumes representan los actos sublimes, capaces de ascender a los mundos de arriba. Cuando estos actos se producen, cuando se han repetido una y otra vez como si fueran un ritual; en el momento en que nuestras buenas acciones forman un auténtico rosario, entonces los señores de arriba se movilizan y descienden hasta nosotros para anunciarnos que la hora está próxima y que en nuestra vieja naturaleza va a nacer ese niño por cuyo ministerio el pueblo encontrará su camino hacia Dios. Se trata aquí del pueblo interno, el que está formado por tendencias múltiples que se manifiestan en nosotros al azar de los días, haciéndonos ora héroes, ora villanos; tan pronto sublimes como perversos. Mientras exista en nosotros esa pluralidad de personalidades, lo bueno que hagamos en un día se verá aniquilado por lo malo que realizamos en el siguiente. Ese pueblo interno debe estabilizarse, unificarse, de forma que cualquiera que sea la tendencia que suba al poder en nuestra psique, la voluntad que se exprese a través de ella sea la misma.
4.- Zacarías, hemos dicho, representa el estadio final de la elaboración de la personalidad crística; representa esta tierra vieja - su esposa - que parece haber agotado su vitalidad y que no puede ya dar más de sí. Y, en efecto, la ha agotado para la fructificación material, para los placeres de orden mundano. Es preciso que las apetencias materiales hayan desaparecido de nosotros, que hayamos agotado nuestra capacidad de generar en el mundo físico, para que podamos oír la voz del ángel anunciándonos que el Espíritu Santo nos declara aptos para generar en los mundos espirituales. Entonces Zacarías enmudece y el niño precursor nace. Ese niño, que significa una ruptura total con nuestra personalidad anterior, orientada hacia el mundo material, no puede llevar el nombre de ningún antepasado nuestro, es decir, de ninguna de las tendencias que un día rigieran en nuestra personalidad humana, y los «familiares» se asombran de que el niño se llame Juan.
5.- Antes de llegar a esta fase final de nuestro peregrinaje humano que lleva el nombre de Zacarías, como decíamos al principio, hemos tenido que pasar por un largo proceso, en el que hemos sido, alternativamente, personajes de muy diversa condición. Este proceso ha sido descrito por Mateo en su primer capitulo del Evangelio, al mencionar la genealogía de Jesús. Esta genealogía (Mateo I, 1 17) empieza con Abraham y termina con José, esposo de María.
En total son cuarenta y dos generaciones que representan cuarenta y dos peldaños de esa escalera que une el ciclo con la tierra en su sentido de descenso. El ciclo natural de la vida humana es de ochenta y cuatro años y en los primeros cuarenta y dos, el hombre debe descender a las realidades materiales y proyectar el mensaje divino en el mundo físico, mientras que a partir de los cuarenta y dos debe iniciar los trabajos de identificación con su personalidad espiritual.
- benedictus16
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Esa misma regla, que debería regir en toda vida humana, se encuentra activa en el proceso generacional de la personalidad crística. Si nuestra personalidad humana hubiese sido obediente a la programación establecida por nuestro Ego Superior, nos bastarían cuarenta y dos encarnaciones para que se produjera en nosotros el nacimiento de la espiritualidad, es decir, para que actuaran conjuntamente nuestra personalidad divina y la humana. Pero los planes divinos fueron alterados por los Luciferianos (los habitantes del Abismo) y si, por un lado se aceleraron en ciertos aspectos, sobre todo al principio de su actuación, en lo que se refiere a las fases de conocimiento intelectual, en cambio se rompió el contacto con la jerarquía espiritual, se produjo una identificación con la naturaleza física, causando así inevitables retrasos en el ritmo evolutivo. (Para más información acerca de las entidades luciferianas, recomendamos la lectura del curso de Misterios, del de ángeles.Mozard escribió:Este es el modelo de plegaria que figura en el Evangelio de San Mateo (Vl, 9 13), pero según fuentes esotéricas, tras la demanda de «pan cotidiano», figuraba una línea en la que se pedía: «Refresca nuestras almas con las aguas vivas», y al final se suprimen las últimas líneas y se añade: «Haznos cada vez más perfectos, como tú mismo eres perfecto.»
¿A qué fuentes esotéricas te refieres? Es que, sinceramente, desconfío un poco, y como nunca he oído nada de esas fuentes, pese a haber leído tanto los evangelios canónicos como los apócrifos... Disculpa mi escepticismo, pero me suena a que alguien a metido motu proprio un ramalazo gnóstico, dándole de forma caprichosa una patada al original porque no le gustaba el texto primigenio de ese cristianismo de impronta farisaica...
En la práctica, esas cuarenta y dos encarnaciones se convierten en muchas más y las vidas de ochenta y cuatro años naturales, se reducen a vidas de cincuenta, cuarenta, treinta o muchos menos años. Ese retraso se verá compensado en las cuarenta y dos encarnaciones teóricas a partir del nacimiento de la personalidad crística, ya que entonces quemaremos las etapas y en muy pocas vidas conquistaremos la plenitud espiritual, o sea, la inmortalidad, ese punto evolutivo en que la conciencia ya no nos abandona al morir el cuerpo material y nos vemos libres para circular por todo el universo solar.
6.- Nos dice Mateo en su primer capitulo que ese proceso generacional se divide en tres partes. La primera, formada por catorce generaciones, va desde Abraham hasta David. Abraham significa la formación de la conciencia, o sea el momento en que el hombre se da cuenta de que existe en él algo superior e inmortal que ha de darle continuidad; que ha de darle descendencia, protección y amparo. En Abraham se produce la promesa de unión, esa unión que se realizaría con Cristo al final de esas tres etapas.
En ese primer periodo, la semilla divina es plantada en el hombre en quince generaciones, puesto que David representa la decimoquinta generación a partir de Abraham. Los estudiantes de astrología cabalística y Tarot ya saben que son quince las fases zodiacales que van desde Aries a Virgo. Son doce los signos, pero son quince las fases porque hay que contar en ellas las de transición del elemento Fuego al Agua; del Agua al Aire, y del Aire a la Tierra.
Ese primer periodo generacional se caracteriza por la actuación de la espiritualidad desde el exterior. El hombre va por un lado y la espiritualidad por otro. De vez en cuando se comunican, el Eterno hace oír su voz y se va formando el pueblo elegido, aquél que un día recibirá a Cristo. Después del cautiverio, de la etapa de Egipto, de la travesía del Mar Rojo y de la caída del Maná, la espiritualidad se fija en una morada provisional que lleva el nombre de Tabernáculo. (Ese proceso viene detallado en “Los Misterios de la Obra Divina).
7.- La segunda etapa en la generación de la personalidad crística arranca con David y su hijo Salomón y se caracteriza por la construcción del templo y sus sucesivas destrucciones. Se trata aquí de interiorizar la espiritualidad, de construirle un templo en el interior de la personalidad humana, para que Dios no tenga que actuar desde fuera y pueda hacerlo desde dentro. Para construir esa morada, las fuerzas que transcurren por la derecha del Arbol de la Vida tienen que unirse a las que circulan por la izquierda y todo el problema reside en conseguir esa unión. Así vemos que, apenas establecido el propósito de edificar ese templo, ya los aliados se están traicionando y en esa traición el arquitecto encuentra la muerte. Esa falta de entendimiento conducirá a la destrucción de la morada una y otra vez. Las distintas escuelas iniciáticas que hoy en día perduran, se ocupan precisamente de recapitular esa construcción y todavía se sigue fracasando en ese empeño.
8.- El tercer periodo generacional representa los trabajos de exteriorización de la divinidad. Dios, morando ya en el interior del hombre, va tomando el dominio de la voluntad, hasta que, al final de las quince etapas, asistiremos al nacimiento de la personalidad crística.
Q.·.H.·.bene:
Antes que nada, agradecerte el tema que traes a este foro, pues es sumamente interesante para todos: cristianos y no cristianos.
Permíteme recalcar unas palabras que, humildemente, he seleccionado de todo lo que has escrito:
Coincido plenamente contigo.
Recibe mi más sincero TAF.
Yaiza
Antes que nada, agradecerte el tema que traes a este foro, pues es sumamente interesante para todos: cristianos y no cristianos.
Permíteme recalcar unas palabras que, humildemente, he seleccionado de todo lo que has escrito:
Tengo que quitarme el sombrero (o la pamela, pues soy dama)La Vida de Dios es una historia que un día u otro ha de ser protagonizada por todos los seres humanos. El Ego Superior de cada uno la lleva impresa en su interior como si fuera una cruz y en cada una de nuestras sucesivas existencias interpretamos un episodio, un fragmento de esa historia divina.

Coincido plenamente contigo.

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Yaiza
Una maravilla y una gran obra sin duda, el Padre Nuestro es la unica oracion que aun hago, la primera que mi madre me enseño y si, me mostro como hacerla correctamente, no recitarla nada mas o por que si, si no sentir lo que digo, tener conciencia de que son mis palabras dirigidas a Dios, lo que le pido y a lo que me responsalibizo, cuando me aleje de la "onda" catolica me quedo en mente que "El Padre Nuestro" era unico y que muy acertadamente deberia seguir con esta oracion.
Saludos
Saludos
Luz y Fuerza para un Nuevo Orden
Voy a dar una de cal y una de arena.
La de cal, es que la perspectiva de la interpretación mostrada me resulta muy coherente. Sin embargo, no me ha sorprendido, porque ya me olía yo que los evangelistas manejaban el lenguaje simbólico de forma muy competente, mientras que al ser el simbolismo asfixiado por la Iglesia, hoy en día resultamos tontitos que creemos que sabemos lo que leemos pero lo interpretamos todo como en una película de Walt Disney, sin tener en cuenta el contenido real.
La de arena es que no me habéis respondido a la pregunta que os he hecho. Os he preguntado por las fuentes esotéricas que dicen que el texto primigenio del padrenuestro es distinto, pero no me habeis dado esas fuentes. Creo sinceramente que afirmar que el texto primigenio del Padrenuestro es otro, como habéis hecho, responde únicamente a un capricho injustificado, y es falso.
La de cal, es que la perspectiva de la interpretación mostrada me resulta muy coherente. Sin embargo, no me ha sorprendido, porque ya me olía yo que los evangelistas manejaban el lenguaje simbólico de forma muy competente, mientras que al ser el simbolismo asfixiado por la Iglesia, hoy en día resultamos tontitos que creemos que sabemos lo que leemos pero lo interpretamos todo como en una película de Walt Disney, sin tener en cuenta el contenido real.
La de arena es que no me habéis respondido a la pregunta que os he hecho. Os he preguntado por las fuentes esotéricas que dicen que el texto primigenio del padrenuestro es distinto, pero no me habeis dado esas fuentes. Creo sinceramente que afirmar que el texto primigenio del Padrenuestro es otro, como habéis hecho, responde únicamente a un capricho injustificado, y es falso.
- benedictus16
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Lejos de ser la religión o la tradición exotérica que se conoce actualmente bajo este nombre, el Cristianismo en sus orígenes tuvo, tanto por sus ritos como por su doctrina, un carácter esencialmente esotérico y por consecuencia iniciático. Se puede encontrar una confirmación de ello en el hecho de que la tradición islámica considera al Cristianismo primitivo como habiendo sido propiamente una tarîqah, es decir en suma una vía iniciática, y no una shari'ah o legislación de orden social y dirigida a todos; y esto es de tal forma cierto que, seguidamente, esta carencia se tuvo que suplir con la constitución de un derecho «canónico» que no fue en realidad más que una adaptación del antiguo derecho romano, así pues algo que vino completamente del exterior y no de un desarrollo de lo que estaba contenido desde el principio en el Cristianismo.Mozard escribió:La de arena es que no me habéis respondido a la pregunta que os he hecho. Os he preguntado por las fuentes esotéricas que dicen que el texto primigenio del padrenuestro es distinto, pero no me habeis dado esas fuentes. Creo sinceramente que afirmar que el texto primigenio del Padrenuestro es otro, como habéis hecho, responde únicamente a un capricho injustificado, y es falso.
Vuelvo a resaltar estas palabras de entre todo el Conocimiento aquí vertido por nuestro Q.·.H.·. Benedictus.La Vida de Dios es una historia que un día u otro ha de ser protagonizada por todos los seres humanos. El Ego Superior de cada uno la lleva impresa en su interior como si fuera una cruz y en cada una de nuestras sucesivas existencias interpretamos un episodio, un fragmento de esa historia divina.
Pero he de decir que si no se vivencian las mismas, son totalmente estériles.
El Nuevo Testamento recoge esta información, pero hay que saber interpretarla, claro y eso requiere un largo tiempo de estudio y meditación.
A mi, realmente, saber las fuentes me es indiferente, lo que realmente me importa es el contenido: Insisto, importa el mensaje que no el mensajero.
Seguir insistiendo cuando, tal vez, son reflexiones personales de nuestro H.·. carece de interés (para mi, claro). Dicho con todo el respeto y el cariño del mundo.
Para mi, Bene se ha explicado perfectamente.

Lo sé, porque lo he vivido en mi propia piel. ¿Qué mejor fuente?

TAF