Traigo aquí unos párrafos. Pueden verlo completo aquí: http://www.vanguardia.com/informes/septimodia/78/9293
Un abrazoAsí se inicia a un Masón
Sábado 04 de Octubre de 2008 10:41 CARLOS GUILLERMO MARTÍNEZ
Su acompañante dio tres golpes con sus nudillos en el alto portón de madera. Lo tomó por los hombros, lo puso de espaldas al quicio y esperó a que dos manos surgieran de entre las sombras del interior de la casa, tomaran al profano y lo introdujeran con un suave pero firme envión.
Una vez adentro, los sucesos comenzaron a precipitarse sin que el aspirante a Masón pudiera hacer algo al respecto. La oscuridad ocultó toda información a sus ojos y perturbó sin remedio el resto de sus sentidos. Sólo dependía de lo que sus oídos captaran y los sonidos eran demasiado equívocos, inescrutables, perturbadores.
El profano estaba en el vestíbulo del Templo Masónico y en la antesala de lo que sería su “Tenida Solemne de Iniciación”. Eso era todo lo que podía saber. Comenzó entonces a recibir algunas órdenes y tuvo que quitarse el saco de su impecable traje que, según se le advirtió, debía ser negro; además, un pie le quedó desnudo; una manga del pantalón y la camisa le fueron dobladas; le retiraron sus alhajas; en fin, todo lo que significara lujo, poder o vanidad fue apartado de su cuerpo y antes de comprender cualquier cosa, a su cuello le fue enredado un lazo áspero.
Nadie le asistía aún. Continuaba solo y ciego frente a un acontecimiento ansiado pero atemorizante: ¿Serán de fiar estos hombres que me han enceguecido y despojado? ¿Debo continuar? ¿Qué ocurre a mi alrededor? ¿De quién son esas voces que susurran?
El estado de inferioridad en que se le puso, no le dejó más opción que sus reflexiones, que venían una tras otra, en un caos de divagaciones inservibles. Estaba a punto de rendirse, pero la perspectiva de la revelación de los secretos milenarios de la Masonería, lo dejó plantado en la fría silla metálica.
Una mano lo tomó por el brazo y lo condujo en total silencio por entre la penumbra más espesa. Descendió unas escaleras y el vaho pesado de la humedad le oprimió los pulmones: “No se mueva hasta cuando sienta que me he retirado”, oyó decir. Cumplió la instrucción y se vio de frente ante el espectáculo de la muerte. Allí permaneció por un tiempo indeterminable. Un espectáculo sobrecogedor lo envolvió y le incitó a saberse finito, falible, humilde: “uno más entre sus iguales”, que es como se reconoce cada verdadero Masón.
Tres golpes en una puerta distante y una voz lo sumieron de nuevo en la oscuridad: “Prepárese. Va a ingresar al Templo”, es la frase que le heló la sangre y le hizo entender que su “Iniciación en los Misterios de la Masonería” entraba en un período categórico y no estaba seguro de si sus menguadas fuerzas físicas y mentales resistirán la prueba.
Una puerta más. Nuevamente tres golpes, esta vez muy fuertes y con el sonido propio de un pesado aldabón. Una voz en tono inflexible pregunta para saber quién se atreve a interrumpir los trabajos secretos de la Logia. El hombre al lado del profano le presenta y le defiende. Recibe el permiso para ingresar, lo que hace conducido por su acompañante porque la oscuridad sólo terminará para sus ojos cuando los Maestros allí reunidos consideren que ha superado las pruebas que le esperan y que merece ser consagrado como un miembro más de la “Masonería Universal”...
