Fraternidad Masónica

Mi padre era mancebo de farmacia y al mismo tiempo representante farmacéutico. Recuerdo que por mi casa rodaban las pastillas del Doctor Andreu, deliciosos caramelos con los que invitaba a mis amigos. Mi padre era comunista, republicano y también masón. Un comunista muy especial, puesto que disponía de bienes y en casa se vivía con holgura. Cuando estalló la guerra, pese a su ideario, ayudó a salvarse al cura de Granda y al de Serín, e incluso, mi madre, que no compartía su pensamiento, tuvo guardadas en casa las reliquias de la capilla de Los Remedios, a lo que mi padre nunca se opuso.

-Con esa filiación, la llegada de los nacionales tuvo que ser complicada...

-Ya lo creo. En la guerra, cuando las cosas se pusieron mal estuvimos refugiados en casa de don Evilasio Antolín, y al entrar los nacionales muchos rojos se iban en barcos desde el Musel, pero mi padre no quiso huir, decía «yo no hice nada», y se escondió en el desván de la casa. Fue cuando mi madre tuvo que vender pisos para sobrevivir. Un día, como consecuencia de la denuncia de una vecina beata, vino la Guardia Civil, acordonó el edificio y fueron registrando todos los rincones. Aún recuerdo el miedo que tenía al sentir las botas de los guardias civiles subiendo por la pequeña escalera que daba al desván. Llevaban velas, buscaron bien, pero nada, «vámonos, que aquí no hay nadie», dijeron. Mi padre se había escabullido por una trampilla que comunicaba con el tejado y se aplastó tras la chimenea. «Soy un hacha», comentaba alborozado, después.

-¿Cuánto tiempo duró la ocultación de su padre en el desván?

-Cuatro años. Él no salía de casa, y elaboraba tabaco con hojas de orégano. Hasta que volvió a denunciarlo la misma vecina de la primera vez y se lo llevaron a la cárcel del Coto, donde permaneció recluido año y medio. Al salir se puso a buscar trabajo en Oviedo, pero era difícil teniendo en cuenta su pasado, hasta que le cayó otra denuncia, esta vez por ser masón, pese a que ya no lo era, y de parte de un hombre al que mi padre había ayudado. Total, se lo llevaron al penal de Burgos, donde enfermó.

-¿Y su madre, como se valía con cuatro hijos que mantener y sacar adelante?

-Se puso a trabajar en la panadería El Relámpago, y recuerdo las recomendaciones de mi padre desde la cárcel, por carta, saliendo al paso del estraperlo: «No comercies con el hambre del pueblo, vende el pan a su justo precio». Era un comunista de verdad y muy buena persona. Al tener noticia de su enfermedad yo acompañé a mi madre hasta la cárcel de Burgos, y lo encontramos medio muerto en su celda. Conseguimos llevarlo al hospital donde lo operaron de urgencia; tenía ambos pulmones envueltos en una terrible infección, consecuencia de una pleuresía. Pero no logró superarla del todo. Nosotros habíamos regresado a Gijón y nos avisaron de su muerte varios días después. Había una monja... Desde entonces odio a todas las monjas; fue mala, no nos avisó a tiempo y tampoco quiso decirnos dónde lo enterraron, como no era católico... Aún hoy no lo sabemos. Era el año 1947.

(como que adoran al diablo, que quieren conquistar el mundo, que son elitistas, que son una secta y un montón de cosas que francamente no sé de donde sacan).

Obi-Wan escribió:Qué historia tan triste.

Obi-Wan escribió:Creo que lo que más ha lastimado a la Masonería es la falta de comunicación entre quienes la integramos y quienes no la integran. A nosotros se nos ve como "bichos raros" y muchos andan (o andamos) levantando sospechas ...