Querido André:
No hay ninguna relación entre la masonería y los merovíngeos (dinastía a la cual, supuestamente, pertenecían los descendientes de Jesús y María Magdalena).
A
grosso modo, un breve resumen sobre esta dinastía tan "curiosa":
Dentro de los denominados bárbaros, los sicambros se incluían dentro de los francos y se asentaron en regiones de la Germania y la Galia aprovechando el declive del Imperio Romano. Su origen remoto pudo hallarse en la antigua Grecia -esto explicaría el nombre de ciudades francesas como Troyes o París- y estaban convencidos de su ascendencia divina, pues creían proceder de un antepasado llamado Meroveo - de ahí lo de merovíngeos- que tuvo dos padres, uno hombre, el rey Clodión, y otro dios, un pariente de Neptuno. Un bagage que les sirvió para lanzarse a la conquista paulatina de los territorios franceses, forjando una leyenda de reyes-sacerdotes cuya fuerza residía en el cabello -se les calificó de "reyes melenudos"-.
De entre sus monarcas, sobresalió la figura de Clodoveo, que reinó casi tres decenios (482-511) durante los que logró importantes éxitos militares y fortaleció el poder merovingio. En 486, derrotó al duque galorromano Siagrio, hijo de Aegidius, terminando con los escasos restos de la herencia imperial y conquistando París, donde ubicó la capital veinte años después. En 500 venció en Oucha a los burgundios, aumentando sus posesiones. Y en 507, en la batalla de Vouillé, aplastó a los visigodos del rey Alarico II, extendiendo sus dominios hasta los Pirineos.
Clodoveo contrajo matrimonio con Clotilde, sobrina del rey burgundio Gundebaldo, con la que tuvo tres hijos (Clodomiro, Childeberto y Clotario). Y bajo su influencia abjuró del arrianismo, convirtiéndose al catolicismo romano, a cambio de lo cual la Iglesia le confirió el título de Novus Constantinus y heredó el Sacro Imperio Romano. El bautismo del rey y 3.000 guerreros francos se produjo en Reims el 28 de marzo de 496, sentando el precedente de la investidura canónica de los soberanos franceses en la citada ciudad (se mantendrá, con raras excepciones, hasta Carlos X, en 1824) y dejando a Clodoveo como líder de los católicos frente a los soberanos arrios.
Al expandir sus señoríos hasta tierras pirenaicas, los merovingios entraron en contacto con los supuestos descendientes de Jeús y María Magdalena, que mantenían su influencia en el reino de Septimania -entre Nimes, Narbona y los Pirineos-, sobre el que los visigodos conservaron el control aún después de la derrota de Vouillé y lo afianzaron tras el llamado desastre de Carcasona, en 589, donde Gortrán de Borgoña perdió ante ellos.
Pero el referido contacto no derivó en mezcla de sangre hasta la segunda mitad del siglo VII, cuando el monarca merovíngio Dagoberto II contrajo matrimonio, en segundas nupcias, con la noble Giselle de Razés, región cercana a Rénnes le Cháteau. Dagoberto la conoció al haber establecido allí el cuartel general para recuperar su trono, que le había sido ilegítimamente arrebatado al poco de nacer, en 651, por Grimoald, un mayordomo de palacio, una especie de valido.
Recobrando el trono, Dagoberto y Giselle tuvieron dos niñas y un hijo varón, Sigisberto, que personificó el arranque de una estirpe fruto de la unión entre los merovíngios y los descendientes de la sang real o santo Grial. Un hecho de indudable calado y enormes consecuencias potenciales que provocó una rápida y violenta reacción auspiciada por las autoridades eclesiásticas.
De este modo, una oscura maniobra palaciega derivó en el asesinato del rey Dagoberto II y de toda su familia. Sorprendentemente, en 872 fue designado santo y sus restos reposan en la iglesia de Stenay. Sólo Sigisberto consiguio furtivamente escapar gracias a la ayuda del judío Meroveo Levy, que le buscó refugio en Rénnes le Cháteau. Curiosamente, la toma después de estas tierras por parte de los árabes, que mantuvieron su presencia en estas zonas de la galia hasta el año 759, contribuyó a que los descendientes de Sigisberto no sufrieran nuevas represalias por parte de la jerarquía católica.
Tras estos sangrientos sucesos, se acumularon acontecimientos que mantuvieron la ficción de una dinastía merovingia de reyes sin poder, detentado en realidad por mayordomos de palacio, y que, finalmente en 714, llevaron a Carlos Martel a inaugurar la llamada dinastía carolingia (Carlomagno, como tal, será rey único de los francos en 771). Sin embargo, los descendientes de Sigisberto eran, sin duda, legítimos herederos del trono galo. De hecho, el hijo de Dagoberto, protegido en tierras de Septimania, pasó a ser Sigisberto IV y se le otorgó el apelativo de "Plant Ard" (retoño ardiente) y se casó con una hija del rey visigodo Wamba, surgiendo el linaje de los condes de Razés.
Y esa es toda la estirpe merovíngia, el resto son Leyendas.
Un fuerte abrazo.
Yaiza