ESQUEMA DEL MENSAJE CRISTICO
Publicado: Lun Dic 15, 2008 5:45 pm
Buceando por los textos a tenor de comentarios acerca de los origenes del cristianismo, he encontrado un texto de Frithjof Schuon, que deseo compartir ( o los que se opongan que seguro que los habrà tambièn...) para significar que lo que se postula en el RER , no es de nuestra exclusiva propiedad, si no que es compartida por otros hombres de distinta ideologia.
Si partimos de la idea indiscutible de que la esencia de toda religión es la verdad de lo Absoluto con sus consecuencias humanas, tanto místicas como sociales, podemos plantear la cuestión de establecer de qué modo la religión cristiana satisface esta definición; pues su contenido central parece ser, no Dios como tal, sino Cristo; es decir no tanto la naturaleza del Ser divino sino su manifestación humana.
Asimismo una voz patrística proclamó con justicia: "Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios", lo cual es la forma cristiana de decir que "Brahma es real, el mundo es apariencia". El cristianismo, en lugar de yuxtaponer simplemente lo Absoluto y lo contingente, lo Real y lo ilusorio, propone directamente la reciprocidad entre uno y otro: ve lo Absoluto a priori con relación al hombre, y define a éste –correlativamente- de acuerdo con esa reciprocidad, no sólo metafísica sino también dinámica, voluntaria y escatológica.
Es cierto que el judaísmo procede de una manera análoga, pero en un grado menor: no define a Dios en función del drama humano, es decir partiendo de la contingencia, sino que establece la relación casi absoluta entre Dios y su pueblo: Dios es "Dios de Israel", la simbiosis es inmutable; ello no impide que Dios siga siendo Dios y que el hombre siga siendo el hombre; no hay un "Dios humano" ni un "hombre divino".
La metafísica intrínsecamente cristiana, no helenizada, se expresa por las sentencias iniciales del Evangelio según san Juan. "En el comienzo era el Verbo": evidentemente se trata no de un origen temporal sino de una prioridad de principios, la del Orden divino, al cual pertenece el Intelecto universal –el Verbo- al surgir de la Manifestación cósmica, de la cual es el centro a la vez trascendente e inmanente. "Y el Verbo era junto a Dios": precisamente bajo el aspecto de la Manifestación, el Logos se distingue del Principio; la distinción entre las dos naturalezas de Cristo refleja la inevitable ambigüedad de la relación Atma-Maya. "Por Él todo fue hecho": no hay nada de lo creado que no haya sido concebido y prefigurado en el Intelecto divino. "Y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron": está en la naturaleza de Atma penetrar en Maya, y está en la naturaleza de cierta Maya resistirse (5), y sin ello el mundo dejaría de ser el mundo; y "el escándalo debe llegar". La victoria de Cristo sobre el mundo y la muerte retrasa o anticipa la victoria en sí misma intemporal del Bien sobre el Mal, o de Ormuz sobre Arriman; victoria ontológicamente necesaria porque resulta de la naturaleza misma del Ser, a pesar de las apariencias iniciales contrarias. Las tinieblas, aun ganando, pierden; y la luz, aun perdiendo, gana; Pasión, Resurrección, Redención.
(5).- Aquí se trata de la dimensión negativa propia de la Maya infracelestial, hecha de oscuridad en tanto que se aleja del Principio, y de luz en tanto que manifiesta aspectos de éste. Es el dominio de la imperfección y de la impermanencia, pero también del teomorfismo potencialmente liberador, mientras que la Maya celestial es el dominio de los arquetipos y de las hipóstasis.
TAF
BENEDICTUS XVI
Si partimos de la idea indiscutible de que la esencia de toda religión es la verdad de lo Absoluto con sus consecuencias humanas, tanto místicas como sociales, podemos plantear la cuestión de establecer de qué modo la religión cristiana satisface esta definición; pues su contenido central parece ser, no Dios como tal, sino Cristo; es decir no tanto la naturaleza del Ser divino sino su manifestación humana.
Asimismo una voz patrística proclamó con justicia: "Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios", lo cual es la forma cristiana de decir que "Brahma es real, el mundo es apariencia". El cristianismo, en lugar de yuxtaponer simplemente lo Absoluto y lo contingente, lo Real y lo ilusorio, propone directamente la reciprocidad entre uno y otro: ve lo Absoluto a priori con relación al hombre, y define a éste –correlativamente- de acuerdo con esa reciprocidad, no sólo metafísica sino también dinámica, voluntaria y escatológica.
Es cierto que el judaísmo procede de una manera análoga, pero en un grado menor: no define a Dios en función del drama humano, es decir partiendo de la contingencia, sino que establece la relación casi absoluta entre Dios y su pueblo: Dios es "Dios de Israel", la simbiosis es inmutable; ello no impide que Dios siga siendo Dios y que el hombre siga siendo el hombre; no hay un "Dios humano" ni un "hombre divino".
La metafísica intrínsecamente cristiana, no helenizada, se expresa por las sentencias iniciales del Evangelio según san Juan. "En el comienzo era el Verbo": evidentemente se trata no de un origen temporal sino de una prioridad de principios, la del Orden divino, al cual pertenece el Intelecto universal –el Verbo- al surgir de la Manifestación cósmica, de la cual es el centro a la vez trascendente e inmanente. "Y el Verbo era junto a Dios": precisamente bajo el aspecto de la Manifestación, el Logos se distingue del Principio; la distinción entre las dos naturalezas de Cristo refleja la inevitable ambigüedad de la relación Atma-Maya. "Por Él todo fue hecho": no hay nada de lo creado que no haya sido concebido y prefigurado en el Intelecto divino. "Y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron": está en la naturaleza de Atma penetrar en Maya, y está en la naturaleza de cierta Maya resistirse (5), y sin ello el mundo dejaría de ser el mundo; y "el escándalo debe llegar". La victoria de Cristo sobre el mundo y la muerte retrasa o anticipa la victoria en sí misma intemporal del Bien sobre el Mal, o de Ormuz sobre Arriman; victoria ontológicamente necesaria porque resulta de la naturaleza misma del Ser, a pesar de las apariencias iniciales contrarias. Las tinieblas, aun ganando, pierden; y la luz, aun perdiendo, gana; Pasión, Resurrección, Redención.
(5).- Aquí se trata de la dimensión negativa propia de la Maya infracelestial, hecha de oscuridad en tanto que se aleja del Principio, y de luz en tanto que manifiesta aspectos de éste. Es el dominio de la imperfección y de la impermanencia, pero también del teomorfismo potencialmente liberador, mientras que la Maya celestial es el dominio de los arquetipos y de las hipóstasis.
TAF
BENEDICTUS XVI